domingo, 3 de enero de 2016

Condescendencia y fotos.

        El otro día, vacié la cámara de fotos y me encontré con las últimas, que no recordaba haber hecho, de cuando empezamos a vivir aquí en la playa, en septiembre del recién terminado año 2015. Y como una de ellas es una representación gráfica total del post Hiposensibilidad y diversión  (por cierto que además de Diagnóstico, es uno de los que más visitas tiene), y al verla me hizo tanta gracia aunque me haga poca cuando lo vivo en directo, me decido a ponerla por aquí. Por quitarle hierro al asunto, que al final es de lo que se trata, seguir teniendo sentido del humor, y mejor aún, tener más. 

Leo haciendo una cata a lengua viva de la arena de la Patacona

     Ayer noche, Leo durmió en casa de la yaya y nosotros nos fuimos a cenar por ahí, al barrio del Carmen. Cenamos en el restaurante que está justo en el bajo del edificio de la casa donde vivimos durante tres años, en la Calle Alta, todo el mundo en Valencia la conoce, y tal vez (aunque de eso nos dimos cuenta más tarde) demasiado concurrida para nuestras preferencias solitarias. Después cambiamos radicalmente, nos fuimos a vivir al campo, siguiendo como digo nuestro solitario instinto (¿o debería decir misántropo?) donde ya me quedé embarazada de Leonardo. Echamos mucho de menos el campo, abrir la puerta y respirar, la estufa de leña, los perros, las estrellas. El frío. Pues sí, un poco misántropos sí que somos. Y entre recuerdos de nuestra vida bohemia y la nula visibilidad de estrellas en la ciudad, tuvimos una conversación un poco alcohólica durante la cena, en la que salieron muchos temas, aunque lo nuclear por supuesto es el autismo, bueno... no el autismo en sí, si no la huella que va dejando en nuestra existencia, sobre todo a nivel íntimo. Yo, que me pongo muy burra tiendo a sobrepasarme un poco en mis conclusiones sobre la vida, es como si cada vez fuera más y más fuerte y en cierta manera viera la vida desde otra óptica que a veces me hace patinar hacia la superioridad moral frente a las personas condescendientes o que de alguna forma se creen exentas de que les ocurra algo que les rompa las estructuras sobre las que sostienen sus aparentemente predecibles vidas. Al mismo tiempo, no os alarmeis, soy consciente de cuánto tiempo he estado precisamente en ese lado, en el lado en el que nunca iba a pasarme nada porque todo les pasa siempre a los otros, y el caso es que a veces, más de las que quisiera y algunas de ellas de una forma demasiado explícita, he tenido que escuchar (incluso de boca de amigos) lo mucho que estos dan las "gracias a dios" (de dios hablaré otro día) porque su familia esté sana, y blablabla y todo les vaya tan requetebién, al confrontarlo con mi/nuestra situación familiar y el autismo de Leo. Y lo han hecho con poca sensibilidad, delante de nosotros (tengamos en cuenta que eso es algo que se hace en la intimidad del hogar... y no pasa nada es normal, joder, ves a otro hecho polvo así sin comerlo ni beberlo y agradeces no estar jodido tú...agradeces por unos momentos a la vida que no te maltrate, y eres capaz de apreciar lo que tienes aunque se te olvide en diez minutos) Y he de decir, que aunque esa falta de sensibilidad me ha chirriado, no me ha molestado,  pues lo que sí que es cierto es que ganar en empatía cinco a cero hace que me alegre profundamente por la calma de otras personas, porque no tengan que sufrir lo que nosotros sufrimos. Aunque la condescendencia me toca los ovarios a base de bien. Porque como digo, me pongo burra y si paso a un plano espiritual o un plan maestro de la vida, es como si agradeciera hacerme mejor, aunque sea con este dolor, y trato de explicar el gran regalo que es mi hijo en realidad, para mi que estoy aprendiendo más que en casi cuarenta años de vida, lo que es el amor, lo que es la solidaridad, la belleza, el valor de lo sencillo. Y sí, ya había buena tierra para esto, pero la semilla ha sido Leo y su autismo particular como el patio de mi casa. Esto me empodera mucho, y me hace ponerme un poco capulla con unas copas de más, tal vez condescendiente a mi vez con los demás, que no saben que todo te puede tocar, hasta la lotería. Total, que ni una cosa ni la otra.

     Así que supongo que hay que tener cuidado, cuidado con todo, ser cuidadosos y respetuosos, cada uno tiene su aprendizaje y simplemente ir viviendo, aprendiendo, cada uno lo que le toque, somos todos ramitas del mismo árbol. Se trata de crecer. Me aferro profundamente a eso para continuar en la brecha. 

     Por otro lado, es que Leo es tan increible, tan lindo. Cómo le quiero. Es tan grande este amor, cómo expresarlo con palabras, cualquier logro es tan grande y me hincha el corazón y siento tanto orgullo de él. No paro de repetirle lo listo, lo guapo, lo valiente, lo especial que es. No paro de enseñarle cosas y le hablo siempre como si pudiera contestarme y si no me contesta (que no lo hace) pues hablo por los dos, y le entiendo tanto sin palabras, también él se hace entender a su manera. Y ahora hemos aprendido a chocar ya no la mano, si no el dedo índice amigos. Y a sacar la lengua cuando se lo pido. La saca y se la coge con la mano como diciendo, qué coño hace esto aquí. Me hace reir. 

    También quiero poner unas fotos de un pequeño reportaje que le hice en la terraza de casa, en septiembre (de esas fotos que olvidé en la cámara) en las que está muy a tope con su gran afición palitofílica.  

    Y seguimos. 

















1 comentario:

  1. Como te entiendo Mama de Leo!!! Y si, yo también he aprendido mas en los últimos dos años y medio que en mis 35 anteriores.

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Gracias por venir. : )