domingo, 24 de enero de 2016

Amistad, gritos y tristeza.

uuuuuhhhhhhhhh (te duermes ya o me pongo a hacer fotos sin ton ni son)


   Parece que las visitas al blog se reducen, ya terminó la avalancha inicial, seguramente debido a que pasado el principio, el morbo o la curiosidad que da leer el impacto de una putada en la vida de otro, sólo van quedando personas a las que verdaderamente les interesa, ya sea porque me conocen o porque se identifican con mi forma de explicar las cosas, tengan o no un hijo o familiar con autismo. Y mi forma de explicar las cosas no es desde luego muy politicamente correcta, ni sensiblera, creo, aunque a veces me deje llevar por el amor que me inspira mi hijo.  Tampoco creo ser  victimista ni excesivamente triunfal. Ya escribía antes, lo hago desde siempre y siempre ha sido un poco así, tal como escribo también en este cuaderno. Antes lo hacía aqui www.safrika.blogspot.com y tal vez vuelva a hacerlo pronto. Hoy estoy triste, y no es por nada que tenga que ver con Leo. Al contrario, con él todo está muy bien, hoy hemos empezado musicoterapia y TMR (Terapia de movimientos rítmicos) y parece que le ha gustado la sesión, en fin, al final eso es lo importante, que juegue, que descubra, que interaccione, que haga cosas nuevas y sienta curiosidad. Por otra parte empieza a reaccionar a mi llanto (muchas veces fingido y exagerado) de una forma distinta a la habitual. Se queda serio, me mira muy fijamente, y parece sentir algo diferente al respecto (os recuerdo que hace apenas un mes se reía bastante, al parecer por las caras que yo ponía) y creo que eso es buenísimo. Es un crío maravilloso y qué más puedo decir de él. Que me da luz, esperanza en la vida y en la jodida raza humana. Así de claro. (Aunque hoy domingo que retomo este post ya estoy de él un poquito hasta las narices por el largo fin de semana en el que ha recuperado además un par de manías que creíamos desaparecidas: el rechinar de dientes y los gritos ensordecedores de cochino en el matadero que me ponen histérica y que puede dar en cualquier lugar y en cualquier momento... y que no puedes ver venir, este es una de las cosas que más hacen que la gente te mire, como es normal. Vas con un niño de la mano que grita en plan así, como en este vídeo y no te queda otra que aguantar que te miren e incluso que te miren bastante por si estás torturando al niño o grita porque le has secuestrado. Mola mogollón modo ironía on)

     Pero como digo, estoy triste. Hace unos días hablé por messenger con una amiga y la noté rara, fría, distante. Aunque no le quise dar importancia porque pensé que podía ser cosa del momento, ayer volví a hablar con ella por messenger y la noté igual. Le pregunté abiertamente si estaba molesta conmigo por algo, si yo la había cagado con alguna cosa, y sí, me contestó que sí. Que yo no la había tenido en cuenta y que a ella también le pasaban cosas, que había necesitado una amiga y yo no había estado ahí. En el momento (estaba en la cama con Leo, intentando que se durmiera) ya se me saltaron las lágrimas, porque es una amiga a la que quiero mucho aunque nuestro contacto sea esporádico, es una amiga de toda la vida, somos muy diferentes, pero siempre he sabido que puedo contar con ella y de algún modo estúpido yo pensaba que ella sentía lo mismo, aunque ahora ya no lo sé.

     Independientemente de lo que ha ocurrido entre las dos, y tras reiterar mis disculpas en varias ocasiones y tender la mano de una manera explícita sin obtener una respuesta a la altura, lo que además de entristecerme muchísimo me molesta, y para mi carece de toda lógica entre dos personas que se supone que se quieren y se conocen, hago una reflexión sobre mi misma:
     Y es que siempre he sido bastante burra, muchas veces me ha costado ver al que tengo delante, si tengo un problema, estoy estresada, en momentos de tensión o de mucho agobio, el que tengo delante tiende a desaparecer para mi. Obviamente no es algo que haga a propósito y puedo jurar que reacciono muy bien a las críticas (de por ejemplo mi marido, o mi amiga Marisol que no se calla ni bajo del agua...) quiero decir, soy permeable a ellas y muy capaz de ver si he cometido un error, pedir disculpas y tratar de hacerlo mejor la próxima vez, muchas veces sin conseguirlo. El autismo de Leo y toda la matraca que conlleva, que ya me habéis leído muchas veces que me ha hecho "mejor" pues bueno, no es que sea falso, ni mucho menos, pero sí que es verdad que he podido ser descuidada, todavía más de lo que soy por naturaleza, precisamente con algunas personas de mi círculo de amistades, e incluso con la familia. Y aunque abomino de toda doblez, de toda mala cara y gilipolleces semejantes,  y cada vez más adoro que me hablen claro si es que es importante para el otro, no puedo culpar a nadie de no tener ganas de hacerlo, o no ser capaz por que no va con esa persona ser así o no le da la gana y espera que yo me de cuenta por mi misma. (algo que al parecer es bastante difícil, al menos hasta ahora)
Y aunque "ser" de una forma no nos exime de intentar hacerlo mejor y de cambiar, el hecho de que me haya hecho sentir tan mal toda esta historia tiene que ver con saber que lo he hecho mal, aunque también existan culpabilizaciones y demás que no me van nada y de las que trato de prescindir en la ecuación. Trato de aprender, independientemente del resultado de mis disculpas. Que por ahora además no surgen efecto, y es curioso, no deja de parecerme extraño. Tengo un hijo con autismo y no es para mi ninguna excusa, pero supongo que de algún modo es MUY IMPORTANTE. En fin, cada uno necesita su tiempo y su espacio. Y espero que las cosas se arreglen porque de verdad me importa esta persona.

     Supongo que las visitas bajan porque leer mis divagaciones puede ser un poco aburrido, a lo mejor es más interesante que os cuente que estoy oyendo a Arturo gritar en la bañera un NOOOO y a Leo descojonarse, y que suena de fondo un programa de radio de los que hacíamos Arturo y yo en Rodana FM , no hace tanto, pero parece que haga milenios. Nos divertíamos y Leo era todavía raro e iba retrasado pero no tenía autismo. Al menos no en nuestra dichosa y radiante cabeza. Y la felicidad es un rayo y pasa fugaz y te atraviesa igual que de pronto te atraviesa un kilo de mierda y tienes que limpiarte y levantarte y seguir porque hay que seguir y a veces no tengo ganas de seguir nada, sólo quiero que alguien me devuelva mi vida.

   Pero mi vida es esta.  Así que eso, sonreir y adelante.




lunes, 18 de enero de 2016

World of Warcraft y pipí.

Duncan Jones, el hijo de Bowie ha dirigido la peli de WOW
     
     Llevo varios días sin escribir. Primero porque he cometido el grave error de volver a jugar al World of Warcraft (no sé ni cómo soy capaz de juntar cuatro letras cuando tengo la cabeza en Azeroth) y después con el tiempo restante no he hecho más que limpiar, lavar ropa, comprarme un libro para colorear, llorar la muerte de Bowie (algo que sigo haciendo cada vez que veo un vídeo) leer a Rhodes (sí, todavía, maldita sea, aunque ya lo estoy terminando) y MUY IMPORTANTE: Conocer a Olga Prats, madre de David y del proyecto DEPORTEA, y querer hacerme muy amiga suya. 
     Tener un hijo con autismo hace que de algún modo, una quiera rodearse de personas con la que compartes eso mismo, da mucha fuerza y energía. Pero obviamente, no es sólo eso. Después puedes tener feeling o no... y en este caso creo que ha habido feeling (ya tengo ganas de quedar con ella otra vez) Pude también conocer a una amiga suya (que me recomendó la musicoterapia en MUA, que Leo empieza este miércoles) y he de decir que me encantaría tener estas amigas. Mujeres fuertes, especiales, luchadoras, simpáticas, sensibles, con sentido del humor, con proyectos y con un aura de compañerismo y ganas que no hace más que quiera formar parte de su "equipo"  Yo, que soy tan "rarita" como dice mi madre y también mi abuela y también mi tío abuelo Paco, quiero creer en mi instinto también con esto, y espero tener la oportunidad de seguirlo.

     Leo está muy bien. Ahora. La semana pasada fue un horror. El niño despertándose todas las noches, venga a llorar, nosotros discutiendo, el mundo histérico, Bowie muriendo, cansados, ojeras. La conjuntivitis derivó en una adenopatía en el cuello que hacía que Leo tuviera un huevo de gallina por ganglio, lo que lleva al sufrimiento y la paranoia a una madre hipocondríaca. Hubo visita al hospital, tanda de antibióticos, acojone general porque aquello no bajaba... hasta que por fin bajó, Leo ha vuelto a dormir como un bendito, está de nuevo contento y un poco imitador. Hoy mismo estuvimos bailando, su forma de baile es graciosa, deja caer un pie al suelo y eleva el otro y así sucesivamente, y lentamente se le van abriendo tanto las piernas (no dobla las rodillas) que al final se llega a su límite de apertura y tiene que detenerse. Hoy me puse enfrente de él, haciendo lo mismo y probé a doblar la rodilla cada vez que levantaba una pierna y de pronto... ¡¡tachaaaaán!! el chaval empieza a hacer lo mismo. ¡Qué alegría! Una cosa con la que hoy he flipado también, es que estaba yo en el sofá y de pronto se acerca a mi, me coje de la mano y claramente me dice PIPI, PIPI y yo, con un enstusiasmo contenido, digo: SÍ, VAMOS AL BATER (no me lo podía creer) y al llegar le intento bajar los pantalones y el pañal para sentarlo y JAJAJAJA amigos, de ninguna manera porque mi chico lo que quería es que YO HICIERA PIPI, algo que le divierte bastante. Así que eso he hecho, parece importante ¿no? Ya sabe dónde se hace y lo que es, sólo debe faltarle el clic final  y sacudirse lo cómodo que es (porque sí, además de tener autismo es un cómodo, eso por decirlo suavemente) 

     Hemos retirado además el 85 por ciento del mundo palito de su alrededor (pajitas, bridas, pajitas más largas, palillos chinos...) porque desgraciadamente hacen que Leo se desregule bastante. Y si no los ve, no suele haber problema, el problema viene cuando tiene alguno un rato y pretendes quitárselo para hacer cualquier otra cosa. Esta tarde fuimos al supermercado y le dejé una pajita porque Leo ya no cabe en las sillitas del carro e ir andando conmigo es válido cuando vamos a hacer compras muy pequeñas y entonces lo he tenido que meter en el carro directamente. La pajita me asegura que 1) estará quieto y no se pondrá de pie y 2) no toquiteará lo que yo vaya metiendo en el carro. Así ha sido. Cuando hemos llegado a casa se la he quitado (explicándole que ya estaba bien, que ya la había tenido un rato y tal) y se ha puesto hecho un plomo. He aguantado el tirón. Al final se ha puesto a: jugar con un globo, bailar y saltar en el sofá, además de llevarme a hacer pipí. En general y pese a que se pone pesado, no considero que sea una rabieta descomunal, si no algo completamente normal, seguramente tal como sería en un niño típico si le quitas su juguete por el motivo que sea. En el caso de Leo, obviamente no es un juguete, si no un objeto al que tiene gran apego, pero hoy por hoy con muy poca funcionalidad y con el que además puedes conseguir lo que quieras de él. Se lo quitas de la mano y le dices que haga o diga cualquier cosa y la va a hacer con tal de recuperarlo, por lo que creo que es importante reservarlo para trabajar con él o bien para momentos en los que necesitamos (como por ejemplo en el súper) que esté más relajado y no se generen situaciones de estrés para todos. 

Mañana hablaré de otro tema importante: COLEGIO. Quería hacerlo hoy pero no tengo más tiempo. El próximo miércoles empiezo la dieta de adelgazamiento y el gimnasio. ¿Demasiado ambicioso? Para nada. Cuando os cuente además el nuevo proyecto que comienza en febrero... Me siento con fuerzas para todo. Aunque seguramente tenga que abandonar (de nuevo) el Warcraft.


sábado, 9 de enero de 2016

Trompita de elefante y mierda en bote.

Arturo y Leo, que hace girar un engendro plástico hecho por mi a base de bridas y pajitas.
  

  Bueno, pues sí, también tengo días de mierda. Cuando estos días aparecen vienen a comerse toda la energía, las ganas, el entusiasmo. También sé que pasará y volveré a estar como casi siempre, bien, entregada a la vida sin reservas, o cada vez con menos reservas. Pero hoy es así, un día cabrón. Empezó porque ya me levanté mal, había tenido un sueño muy raro que me provocó desazón, me salía una trompita de elefante que se movía con sus orificios nasales, pequeña, como un dedo meñique, y además salía de mi nariz. Era raro y no me molaba demasiado. Me levanto pensando en por qué soñaré siempre cosas tan raras, y además como son sueños tan vívidos, me cuesta bastante desprenderme de la sensación que tenía en ellos, sea cual sea (a veces para bien, pero normalmente para mal) y en este caso era de una rareza un poco asquerosa. Y Leo además tiene conjuntivitis, está pesado como un día de aire (como el día de hoy, ya puestos), no hemos ido a la piscina, lenguaje menos de cero y además la obsesión con las bridas y los palos lo desconecta del planeta (no habitualmente pero sí si está cansado, más agobiado o lo que sea) y nos juntamos los dos él con su desconexión y yo con mi macro rabia, y sin poder evitar hacer comparaciones y sintiéndome como una puta mierda pinchada en un sucio y puntiagudo palo. Queriendo que las cosas sean diferentes, creyendo en una realidad paralela en la que Leo es un niño normal, como si viviéramos en una especie de pesadilla (también muy vívida) de la que no sé despertarme. Y sin saber qué va antes, si el huevo o la gallina. Si mi desconexión o la suya, si mi agobio o el suyo. El vínculo que tenemos, que es el mismo que si fuera un bebé, provoca este tipo de situaciones más habitualmente de lo que sucedería si el niño fuese neurotípico. Yo soy una extensión de su cuerpo y su alma, y él, pues claro, también lo es del mío y de la mía, porque pese a sus tres años y medio y sus veintitrés kilos de peso, sigue siendo un bebé. Inocente y con escasos aunque efectivos recursos para comunicar sus necesidades básicas, poco más.

     Siempre he sido una mujer con una gran capacidad de huida. Con recursos para deshacerme de todo lo que ha implicado responsabilidad, horarios, rutinas... de todo lo que de alguna manera significaba para mi un aburrimiento, o me daba miedo porque no sentía que estuviera capacitada, o exigía de mi más de lo que me apetecía dar, siempre con más miedo al éxito que al fracaso (sí, amigos, ni tan siquiera yo sé cómo se come eso) No veo esto como algo negativo, aunque todo tiene sus dos caras, y así como he sido capaz de dejar un trabajo porque me abrumaba demasiado emocionalmente (y he sido capaz de hacerlo, lo que creo es positivo) al mismo tiempo en la cara B sonaba la canción de "a lo mejor si hubiera aguantado un poco más podría tener una profesión en la que sentirme realizada a nivel laboral y personal, pero me cagué de miedo" Y bueno, hay personas que viven cagadas de miedo y siguen,  continúan ahí sin que se les pase, siempre asi. Viven en él. Yo no, yo tengo miedo y salgo corriendo. O lo supero, pero en todo caso me deshago de él. Del obstáculo, de lo que me supone un problema. Siempre lo he hecho, y bueno, cobardes o listos, eso ya es otro cantar. Siempre que he estado en una situación dificil sabía que de algún modo u otro acabaría porque yo le pondría fin o porque caería por su propio peso. Siempre que he sentido que me iba a morir por una enfermedad tipo cáncer o sida (por mi terrible y graciosa hipocondría, que tanta gracia le hacía a mi amigo G. que ya se murió y se partiría el culo si supiera que al poco de morirse él yo estaba segura también de tener leucemia) he dado el paso de ir al médico (que tanto me cuesta) y me he hecho analisis o citologías y pruebas de sida y pruebas de todo y sale bien y se acabó. A otra cosa, neurosis de libro.

     Ahora no puedo huir. No puedo salir de aquí. Y  es como si mi cerebro estuviera esperando el momento en que termine todo. El momento en que ya por fin Leo se ponga a hablar y a jugar con normalidad con los objetos, como hacía cuando era pequeño y dejó de hacer hace un año y dos meses, y veamos que no tiene autismo y ya todo se normalice. Que termine esto ya ¿no? Que vuelva a decir palabras, que intente "arreglar" el caballito de madera con una llave Allen. Que señale la luna y  diga "lejos". Ya está bien, por favor, volvamos a dónde estábamos antes. Nos hemos desviado, nos hemos dormido, qué pasa aquí.  Y no puedo huir, no puedo salir de aquí y no me malinterpretéis, tampoco quiero hacerlo. Esta situación no tiene nada que ver con ninguna de las enfrentadas en el pasado, y por ello se hace imposible seguir utilizando el mismo mecanismo. El amor que siento es insuperable, insalvable, completamente blindado. Nada de lo aprendido, por efectivo que fuera, sirve. Y creo que no lo estoy haciendo nada mal, lo que de quedarme, lo de no tener miedo, lo de abrir los brazos a una vida que como la de todos los demás, acabará. Prefiero vivirla de frente. Supongo que esto es madurez, esa palabra tan pocha, pero ay estos días tontos y necios. 

"Quedamos los que puedan sonreir, en medio de la muerte, en plena luz."

jueves, 7 de enero de 2016

Globo de helio y pensamientos variados.


Madre ocultando papada y cachorro.


     Escribo sentada en la mesa de la cocina, como siempre con algo de prisa. Y con el handicap de que Arturo se baña con Leo y hay un momento en que la cosa desbarra y oigo como dice -¡¡Leooo eso nooo, deja eso, Leo no te cagues en el aguaaa, ayyy deja los grifos (que vas a joder la caldera) y me resulta complicado concentrarme, y más complicado todavía no ir corriendo hacia allí. Pero aguanto porque no puedo ni quiero estar en todo y Arturo gestiona perfectamente todo el tema baño (como sabéis todos los días pasa una hora más o menos en la bañera, pone música y está con su hijo y yo aprovecho para escribir, para leer o para simplemente hacer cosas por casa). Me cuesta no meter el hocico en absolutamente todo lo que tiene que ver con Leo, y debo aprender a delegar más y mejor en los demás, aunque sea un poquito. Porque hay una cosa que me pasa y supongo que no seré la única, es como si Leo fuera un globo lleno de helio, y lo tengo agarrado del hilo, pero no puedo despistarme, no puedo de ninguna manera, pues si lo hago se escapará. Esa es mi sensación, la de que soy yo quién tiene la facultad de anclarlo al planeta tierra, y nunca me rendiré, iremos adelante. Por eso me gusta llevarle al colegio, llevarle a Psicotrade, recogerle, ser yo quien va a la piscina, salir con él a comprar, y hacer cualquier cosa con él, es decir, que no la hagan otros. No porque no lo hagan bien, si no porque siento que debo hacerlo yo. Es una cosa de mi mente. Tampoco es algo muy exagerado, de lo que hablo es de que tengo YO esa necesidad de hacerlo, porque me tranquiliza, porque no puedo evitar ser yo quién más conoce a mi hijo, sus resortes y amagos comunicativos. Y no me cuesta dejarlo a dormir en casa de mis padres, ni me cuesta que esté con mi suegra (al contrario, Leo los adora y con cada uno tiene su particular forma de relacionarse y de estar y además eso nos permite disfrutar de tiempo libre, propio o para la pareja, de ocio) pero a la vez es como si no pudiera dejar demasiado tiempo de lado esta responsabilidad. Y no está bien hecho así, porque al fin y al cabo para Leo todo es aprendizaje y capacidad de adaptación. Y recibe amor por todas partes. Es su familia. Y es mucho amor y muy importante. Por eso tengo que aprender a relajarme un poco. O no, porque lo escribo y no me lo creo ni yo. : )

       La preocupación sobre sus capacidades es enorme, pero poco a poco voy dejando que también esto pase a un segundo plano, ya que tengo plena confianza en mi hijo, sé que conseguiremos mucho y bueno, y vamos madurando de la mano, cada uno a su manera. La lentitud no me importa si de alguna manera estamos en el camino, pues lo que importa es llegar, y aunque todavía no sabemos dónde exactamente vamos a ir a parar, no deja de ser un camino que recorremos juntos y supongo que eso es lo importante.

      Muchas noches sueño que habla, de repente dice una frase y en el sueño me siento aliviada, pero poco sorprendida, porque es como si esperara ese momento y ya está. Siento sobre todo un alivio enorme. Cuando estamos juntos en la cama le pongo la mano en la cabeza y le digo te doy de mi  fuerza y mi verbo un poco de coña un poco en serio. A él he hace bastante gracia, vete a saber por qué.  Además quiere decir cosas, y no lo consigue, balbucea mucho,  parece soltar una frasecilla, pero la mayor parte de las veces no le entendemos, no sé. No tiene mucho afán comunicativo, aunque si algo le molesta, si tiene sed o hambre, o quiere salir, va desarrollando estrategias para hacérnoslo saber. Hoy además se ha pasado la tarde entera persiguiéndome. TODA LA TARDE detrás de mi, encima de mi, tirando de mi camisa, dando besos. Y me derrito, claro.

     Ya hemos vuelto al colegio y el primer día ha ido muy bien, Leo contento, ha comido fenomenal, ha salido del cole muy guay y en Psicotrade ha trabajado muy bien. Estoy orgullosa de mi cachorro, qué queréis que os diga.

     Y no doy para mucho más hoy. Tengo ganas de tumbarme un rato en el sofá mientras se termina el baño, estoy cansadísima aunque satisfecha. También tengo que hacerle la cena al caballerete pues cuando sale espera que esté todo preparado en la mesa de la cocina y si no es así suele cabrearse un poco.

     Hay un tema del que quiero hablar más extensamente, aunque hoy seré breve. Y es de la vulnerabilidad de los niños, y en concreto de los niños con autismo, como Leo. Estoy leyendo el libro Instrumental, de James Rhodes y tengo que dejarlo cada pocas páginas, tal es el nudo que se me hace en el estómago. He leído cosas muy crudas, los que me conocéis sabéis que soy una lectora empedernida (aunque ahora tenga menos tiempo, voy recuperando la energía) pero este libro me supera. No por la crudeza, y no por su forma, como digo he leído cosas más duras, pero supongo que tiene realidad por todas partes, fea y estrecha, o sí, tal vez es su forma de escribir sumado a que está zumbadísimo y a la vez es brillante y es dolor y tristeza y tampoco es tan brillante. No lo sé, pero me hace volver al tema de la vulnerabilidad de los niños y niñas, y en concreto cuando pienso en la de mi hijo, tan inocente como un pájaro desplumado, se me ponen los pelos de punta. Su rareza frente a los otros, su falta de dobleces (aunque sea un pícaro, no tiene nada que ver con eso) en definitiva su INOCENCIA superlativa. Su incapacidad comunicativa para decirme si alguien le hizo daño, le insultó, se aprovechó de él. Ahora es todavía muy pequeño y el entorno es amable, pero ¿qué pasará si algún día llegamos a un lugar donde tal vez juegan a ver quién es más hijo de la grandísima puta y yo no puedo darme cuenta? ¿Sabré si algo sucede? Confío en poder darle a mi hijo las herramientas para contármelo, confío en mi intuición y en mi capacidad para elegir quién nos rodea y cómo. Es una pesadilla, a todos los padres y madres nos pasa tengan o no autismo nuestros hijos, lo sé. Pero con autismo... en fin, obviamente la preocupación es mayor, en cantidad, en tiempo y en todos los entornos en los que el chaval vaya a estar sin nosotros.

Y ahora sí, diez minutos de sofá.

    

domingo, 3 de enero de 2016

Condescendencia y fotos.

        El otro día, vacié la cámara de fotos y me encontré con las últimas, que no recordaba haber hecho, de cuando empezamos a vivir aquí en la playa, en septiembre del recién terminado año 2015. Y como una de ellas es una representación gráfica total del post Hiposensibilidad y diversión  (por cierto que además de Diagnóstico, es uno de los que más visitas tiene), y al verla me hizo tanta gracia aunque me haga poca cuando lo vivo en directo, me decido a ponerla por aquí. Por quitarle hierro al asunto, que al final es de lo que se trata, seguir teniendo sentido del humor, y mejor aún, tener más. 

Leo haciendo una cata a lengua viva de la arena de la Patacona

     Ayer noche, Leo durmió en casa de la yaya y nosotros nos fuimos a cenar por ahí, al barrio del Carmen. Cenamos en el restaurante que está justo en el bajo del edificio de la casa donde vivimos durante tres años, en la Calle Alta, todo el mundo en Valencia la conoce, y tal vez (aunque de eso nos dimos cuenta más tarde) demasiado concurrida para nuestras preferencias solitarias. Después cambiamos radicalmente, nos fuimos a vivir al campo, siguiendo como digo nuestro solitario instinto (¿o debería decir misántropo?) donde ya me quedé embarazada de Leonardo. Echamos mucho de menos el campo, abrir la puerta y respirar, la estufa de leña, los perros, las estrellas. El frío. Pues sí, un poco misántropos sí que somos. Y entre recuerdos de nuestra vida bohemia y la nula visibilidad de estrellas en la ciudad, tuvimos una conversación un poco alcohólica durante la cena, en la que salieron muchos temas, aunque lo nuclear por supuesto es el autismo, bueno... no el autismo en sí, si no la huella que va dejando en nuestra existencia, sobre todo a nivel íntimo. Yo, que me pongo muy burra tiendo a sobrepasarme un poco en mis conclusiones sobre la vida, es como si cada vez fuera más y más fuerte y en cierta manera viera la vida desde otra óptica que a veces me hace patinar hacia la superioridad moral frente a las personas condescendientes o que de alguna forma se creen exentas de que les ocurra algo que les rompa las estructuras sobre las que sostienen sus aparentemente predecibles vidas. Al mismo tiempo, no os alarmeis, soy consciente de cuánto tiempo he estado precisamente en ese lado, en el lado en el que nunca iba a pasarme nada porque todo les pasa siempre a los otros, y el caso es que a veces, más de las que quisiera y algunas de ellas de una forma demasiado explícita, he tenido que escuchar (incluso de boca de amigos) lo mucho que estos dan las "gracias a dios" (de dios hablaré otro día) porque su familia esté sana, y blablabla y todo les vaya tan requetebién, al confrontarlo con mi/nuestra situación familiar y el autismo de Leo. Y lo han hecho con poca sensibilidad, delante de nosotros (tengamos en cuenta que eso es algo que se hace en la intimidad del hogar... y no pasa nada es normal, joder, ves a otro hecho polvo así sin comerlo ni beberlo y agradeces no estar jodido tú...agradeces por unos momentos a la vida que no te maltrate, y eres capaz de apreciar lo que tienes aunque se te olvide en diez minutos) Y he de decir, que aunque esa falta de sensibilidad me ha chirriado, no me ha molestado,  pues lo que sí que es cierto es que ganar en empatía cinco a cero hace que me alegre profundamente por la calma de otras personas, porque no tengan que sufrir lo que nosotros sufrimos. Aunque la condescendencia me toca los ovarios a base de bien. Porque como digo, me pongo burra y si paso a un plano espiritual o un plan maestro de la vida, es como si agradeciera hacerme mejor, aunque sea con este dolor, y trato de explicar el gran regalo que es mi hijo en realidad, para mi que estoy aprendiendo más que en casi cuarenta años de vida, lo que es el amor, lo que es la solidaridad, la belleza, el valor de lo sencillo. Y sí, ya había buena tierra para esto, pero la semilla ha sido Leo y su autismo particular como el patio de mi casa. Esto me empodera mucho, y me hace ponerme un poco capulla con unas copas de más, tal vez condescendiente a mi vez con los demás, que no saben que todo te puede tocar, hasta la lotería. Total, que ni una cosa ni la otra.

     Así que supongo que hay que tener cuidado, cuidado con todo, ser cuidadosos y respetuosos, cada uno tiene su aprendizaje y simplemente ir viviendo, aprendiendo, cada uno lo que le toque, somos todos ramitas del mismo árbol. Se trata de crecer. Me aferro profundamente a eso para continuar en la brecha. 

     Por otro lado, es que Leo es tan increible, tan lindo. Cómo le quiero. Es tan grande este amor, cómo expresarlo con palabras, cualquier logro es tan grande y me hincha el corazón y siento tanto orgullo de él. No paro de repetirle lo listo, lo guapo, lo valiente, lo especial que es. No paro de enseñarle cosas y le hablo siempre como si pudiera contestarme y si no me contesta (que no lo hace) pues hablo por los dos, y le entiendo tanto sin palabras, también él se hace entender a su manera. Y ahora hemos aprendido a chocar ya no la mano, si no el dedo índice amigos. Y a sacar la lengua cuando se lo pido. La saca y se la coge con la mano como diciendo, qué coño hace esto aquí. Me hace reir. 

    También quiero poner unas fotos de un pequeño reportaje que le hice en la terraza de casa, en septiembre (de esas fotos que olvidé en la cámara) en las que está muy a tope con su gran afición palitofílica.  

    Y seguimos.