jueves, 3 de diciembre de 2015

La pareja, el hijo, los libros.

     Lo que os conté ayer, todavía me pone los pelos de punta. Se lo contaba a Arantxa (psicóloga y terapeuta de Leo) ahora en Psicotrade, al dejar al niño. Y el corazón se me iba acelerando. Tengo que detener esta ansiedad, trasformar esta energía en otra cosa. Dentro es como un huracán, enorme y potente que desarrolla su actividad en mi plexo solar y mi garganta, intensidad Saffir-Simpson 5.

     Antes, ya que no es la primera vez que tengo ansiedad (aunque nunca ha sido tan fuerte y crónica) podía manejarla de manera efectiva, pues tenía muchas formas de cerrar una ventana y abrir otra. Una de las formas siempre fue la escritura, que ahora reconozco que me está sirviendo para SACAR, algo que siempre necesité. Nunca he sido muy reservada, exteriorizo con facilidad, aunque pese a ello y tal vez por ello tampoco soy, paradójicamente, alguien fácil de conocer. Otra de las formas ha sido leer. Algo que ahora mismo, no me sirve demasiado porque me cuesta mucho concentrarme.

     El último libro que he leído, hace apenas unos días, ha sido "Nos vemos allá arriba", de Pierre Lemaitre,  premio Goncourt del año 2013. He de confesar que lo leí prácticamente de un tirón, como hacía siempre antes casi con cualquier libro (que me gustara, obvio) que cayera en mis manos. Este, que me enganchó desde el principio, pude terminarlo en apenas una semana. ¿Y por qué lo cuento? Porque una semana hoy es batir un récord para mi a la hora de leer. Hace unos años, antes de ser madre, no leía, devoraba, uno detrás de otro, el placer que me proporcionaba la lectura era magnifico (y si podía comer a la vez, era ya la leche o cuando trabajaba en el CTCV, siempre en furgoneta, a veces a lugares bastante recónditos donde el trabajo no apretaba y una podía leer a gusto, e incluso escribir y me compré una lamparita de esas con pinza que se pillan al libro para los viajes de regreso, cuando ya estaba oscuro) y es por ello que a lo largo de mi vida,  he leído una cantidad de libros muy importante. Ahora la cosa es bien distinta, apenas encuentro tiempo ni espacio para la lectura, por la noche me da para dos páginas y me sobresalta el libro cayendo sobre mi cara porque me he dormido, y como digo, tiene que engancharme mucho para que yo busque cualquier espacio, ocasión o minuto (incluso andando por la calle, sí amigos, como hacemos todos con el maldito teléfono móvil) para engullirlo aunque más lentamente que antes. O para mantenerme despierta por la noche. Leo duerme a mi lado, respira tranquilo (duerme como un tronco).  Afortunadamente, de vez en cuando me sucede. Ha sido con este y también con el último de Houllebecq, con Después del invierno, de Guadalupe Nettel y con Tenemos que hablar de Kevin de Lionel Shriver (novela de la que posteriormente se hizo una película). Es curioso como de estas últimas he intentado leer otros títulos sin éxito, cuando las novelas que os cuento me encantaron. Diréis que esto le pasa a casi cualquier madre, a casi cualquier padre, pero no es del todo cierto.

     Ahora casi todo lo que leo tiene que ver con el autismo, y suelo hacerlo en la tablet o el móvil, todo tiene que ver con cómo estimular la atención, o desarrollar la comunicación, con extinguir conductas desafiantes e historias de familias, de niños contadas también por sus padres o madres en las que el camino emprendido ha llevado al éxito (han conseguido lenguaje, han conseguido comunicarse, ir al colegio con los demás niños y normalizar sus vidas dentro de lo posible) Y me siento muy perdida. Cuanto más leo más perdida estoy. Muy perdida. Nunca parece que tengo demasiada información, a veces me encuentro cansada y sorprendida y jodida, por formar parte de una comunidad que yo no elegí, angustiándome y de todas formas tan agradecida y empática, porque no hay otro sostén más importante que el de unas familias a otras, hacer nuevos amigos, no sentirse solo y único en un camino lleno de dificultades. Poder proporcionar a otros la misma sensación y apoyo. En un camino diferente al que sigue la mayoría. No hago más que leer sobre el TEA, y me parece que nunca hago bastante, que mi casa debería estar ya llena de pictogramas y yo debería estar construyendo materiales para que mi hijo aprenda ALGO.Y debería estar en terapia permanente, y debería y debería y debería porque si no hago esto o lo otro como hizo este o aquella, mi hijo no evolucionará. Como digo, angustioso.

     Hace un par de tardes me he enfadé bastante con Leo porque estuvo todo el tiempo desafiante y pesado como una vaca en brazos.¡Puede ser tan rápido soltándose de mi mano para salir corriendo sin atender a mi STOP! Se pasó toda la tarde arañando, y queriendo tocarme el cuello (la papada para ser exactos), protestón y sin vocalizar absolutamente nada (muchas veces cuando habla le entiendo sólo yo y de milagro), y me volví loca teniendo que "obligarle" a pronunciar un poco mejor (algo que hace sólo cuando le da la gana) Y es que suele coincidir que el niño está exigente y corajudo con que yo no tengo ganas de nada, me falla la batería, mi corazón se rompe. Si no pongo toda la carne en el asador mi niño se me escapa... en más de un sentido. Después me siento culpable. Una tarde "perdida", más ansiedad, ganas de que se duerma para poder sencillamente ver un rato la tele en el sofá, ver una película.

     Y otras cosas también se van escapando, por falta de energía y por falta de otras cosas. ¿No os ha pasado nunca que soñáis que os enamoráis de alguien desconocido? Nunca le habías visto antes, y de pronto aparece en tu sueño.Por la mañana te falta algo, y te preguntas si esa persona existe, en alguna parte del mundo, y ha soñado tu mismo sueño, y se ha despertado echándote de menos. Estos sueños comienzan a ser casi tan habituales en mi como las pesadillas,  Creo que lo que echo en falta es la sensación de amor, de sentirme románticamente amada, de amar de la misma forma. Y es que, nuestro hijo, nuestro proyecto (¿no es horrible hablar de un hijo como un proyecto? Analizad vuestros sentimientos si sois padres... ¿qué queréis para vuestros hijos? ¿Todo lo que vosotros no habéis tenido valor de realizar? ¿Lo que se quedó a medias por cobardía o falta de medios? ¿Es la culminación del amor? ¿Un precioso regalo en el que verse reflejado? ¿Alguien a quién daréis todas las oportunidades que vosotros no habéis tenido? ¿Una prologación de vuestro ser?) Al final, todo parece eso, un proyecto, de PROYECTARSE. Todo esto se viene abajo cuando tu hijo no es como esperabas, y en un sentido amplio y rotundo, desde pequeño: Nace con una discapacidad... autismo, parálisis cerebral, síndrome de down o cualquier otra particularidad, que hace que todo lo que habías deseado, pensado, soñado y proyectado, se venga abajo como en un puto once de septiembre. Hay que construir sobre la zona cero, y hay que hacerlo primero, de forma individual, para después, reconstruir también la pareja en su sentido romántico. Y una familia, distinta pero con todo el peso que esta palabra tiene, y mucho más.

     Arturo, mi amado, cuánto le quiero. Mi gran amor (Él es el hombre que soñaba en / El ascensor cuando apretaba el botón del séptimo / En los años noventa) No conocí nunca a nadie tan leal y tan comprometido, tan épico y sensible. Por esto le sigo amando, por esto y por tantas cosas que compartimos en el pasado, por el hijo tan precioso que tenemos, por tal vez los que tendremos en el futuro. Porque es verdadero, inteligente, buen tipo.  Creo que sólo necesitamos encontrarnos de nuevo, volver a mirarnos, recuperar espacios. Tener tiempo para el otro, detalles, ganas. Se nos ha roto el corazón a la vez, todo se ha caído, pero ambos somos valientes, fuertes, listos y poco a poco tendremos más herramientas con las que volver a erigir nuestro castillo y sólo queda esperar que el terreno se estabilice para ponernos a ello. ¿Llegará?






1 comentario:

Gracias por venir. : )