jueves, 23 de abril de 2015

El principio

Una mañana me desperté y el problema estaba ahí. Siempre había estado, creo. Se notaba menos, pero al crecer Leo, aquí está. Lo miro de soslayo, pues mirar estas cosas de frente es difícil, y siempre está quien te dice que ya madurará, que esto no lo hace porque el niño no quiere, una cuestión de carácter y personalidad.. pero no. Hay un problema. Tienen que ser unas personas desagradables las que digan: TEA (Trastorno del espectro autista) Desagradables por las formas, por por teléfono decir "te lo voy a decir sin paños calientes.." y porque aunque hay rasgos, desde luego no está claro que sea un TEA, igual que tampoco está claro que sea un TEL (trastorno específico del lenguaje), y no hay nada claro, sólo que Leo va por detrás de los demás niños y le cuesta comunicar y socializar. Tiene, por cierto, dos años y diez meses. Mis sentimientos son confusos, a veces quiero echarle la culpa, muchas me la echo yo, a veces deseo que no haya nacido, y a veces voy mas atrás y deseo no haber conocido a su padre, y puedo ir más atrás, siempre se puede, pues al final todo lo que sea que hice me condujo aquí. Cualquier cosa, cualquier detalle. Estos momentos son muy duros y no quiero ser juzgada por ellos, sólo abrir mi corazón. El amor que siento por Leo, así se llama mi joven padawan, es enorme y lleno de miedos y dependencia. Sí, yo también la siento, y es doloroso no saber ser madre en cierto aspecto, no saber a veces resolutiva, ni paciente, y tener siempre miedos y fobias y querer gritar hasta  morir. Ni soy perfecta ni lo fui nunca, siempre pensé que tenía estrella, de todas formas. Ahora me siento más bien estrellada y moribunda en casi todos los aspectos de la vida que no tienen que ver con Leo. Leo es el epicentro del terremoto, del remolino. Leo es Roma en el 192 d.c, Leo está aquí para hacernos despertar de un letargo amarillo. Sólo necesitamos ser capaces de abrir los ojos.

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